Ciudad y urbanismo en la Historia del Arte

 La ciudad y el urbanismo.-

 El término “urbanismo”, en sentido estricto, es un neologismo creado en 1868 por el ingeniero español Ildefonso Cerdá en su obra Teoría General de la Urbanización, y que significa ciencia y Arte de la ordenación urbana. Esta es la acepción primera del término urbanismo, acuñado para designar a una disciplina nueva surgida a fines del siglo XIX, como práctica de la transformación y construcción de la ciudad en la era industrial; el “urbanismo” es, en este sentido, una ciencia y teoría de la ciudad, una disciplina de carácter reflexivo y crítico, o sea, con pretensión científica. (Sus términos equivalentes son “urbanisme” en francés, término difundido en torno a 1910, “urbanistica” en italiano, “Städtebau” en alemán, y “Townplanning” en inglés; término este último a su vez difundido en español como planeamiento urbanístico o planificación urbanística en la década de los cincuenta del presente siglo).

Pero frente a esta primera acepción, original y restringida, del término, “urbanismo” se utiliza asimismo en una segunda acepción, mucho más amplia e imprecisa, significando todo lo relativo a la ciudad (morfología urbana, mentalidad, legislación, etc.), y en este sentido se extiende y aplica a todas las sociedades urbanas del pasado (y se habla de un urbanismo griego, romano, etc.), dando así lugar a una historia del urbanismo como Historia del Arte urbano a través de las diferentes culturas. Conviene no perder de vista estas dos acepciones de urbanismo, ya que un uso inadecuado de las mismas puede inducir a excesiva ambigüedad.

Después de 1945 el urbanismo ha conocido una expansión sin límites tanto en la teoría (la bibliografía es inabarcable) como en la práctica (construcción de nuevas ciudades, como Brasilia y Chandigarh). La ciudad se ha convertido en el tema de estudio y experimentación de numerosos profesionales, entre los que des tacan geógrafos, sociólogos, arquitectos, ingenieros, historiado res, filósofos y escritores. Como resultado de esta concurrencia hoy día el urbanismo es considerado como una ciencia pluridisciplinar, que abarca un área de estudio y de práctica muy amplia. Las aportaciones a su estudio han sido numerosas desde muy diferentes puntos de vista (la geografía urbana, la ingeniería y el urbanismo, la historia urbana, la sociología urbana, el derecho urbanístico, además del nuestro, la Historia del Arte).

Aquí nos interesa tan sólo la consideración de la ciudad desde el punto de vista de la Historia del Arte, en la medida en que nuestra disciplina posee un punto de vista específico y autónomo sobre la ciudad como obra de arte. En esta línea el pionero ha si do el profesor francés Pierre Lavedan, que acuñó el concepto de “Arte urbano” para designar a los distintos sistemas de proyección y realización de la ciudad a través del tiempo. Como historiador del Arte, Lavedan entendía la ciudad como un continuo espacio-temporal, como el resultado de la evolución de las formas urbanas. El “Arte urbano” es un término acuñado para de signar a todo lo que se refiere a la morfología y arquitectura de la ciudad, a las arquitecturas y los espacios urbanos considera dos conjuntamente, es decir, desde los trazados de calles y plazas hasta las composiciones volumétricas de los edificios, sin olvidar los monumentos históricos, las esculturas, el mobiliario urbano, etc.. Como historiador de la evolución de las formas urbanas, el historiador del urbanismo puede emitir sus juicios de valor, poner de relieve aquellos ejemplos más logrados de la historia de las ciudades. La gran contribución de Lavedan como historiador del Arte es su monumental Histoire de l’urbanisme (3 volúmenes, París, 1926-1952).

En nuestro país el discípulo y difusor de las tesis del profesor Lavedan ha sido el profesor Antonio Bonet Correa, a quien seguimos en este tema, y que ha impulsado los estudios de historia del urbanismo con una metodología específica y propia de los historiadores del Arte, creando escuela científica.

 

La ciudad como sistema abierto.-

 Si se parte del concepto de Lavedan sobre la ciudad como un continuo espacio-temporal, una metodología de análisis de la ciudad debe atender tanto a los componentes espaciales como a los temporales.

Por lo que se refiere a los componentes espaciales todo análisis de la ciudad ha de iniciarse por la consideración de su emplazamiento y de su situación. El emplazamiento se refiere al lugar determinado y fijo (una colina, una llanura junto al río, etc.) sobre el que se asienta la ciudad, ya que toda ciudad es una porción de territorio, en el que se han modificado las condiciones naturales originarias. Es decir, se trata de un lugar geográfico, con unas determinadas características de relieve, geología, clima, situación y orientación, etc., que no determinan pero sí condicionan la evolución futura de la ciudad. La ciudad es precisa mente un ejemplo de la modificación de la naturaleza por la mano del hombre.

Además del carácter geográfico del emplazamiento, hay que tener en cuenta asimismo el carácter sagrado de algunos lugares, con las consecuencias que se derivan para la función de la ciudad allí emplazada, algunas de ellas convertidas en “centros” espirituales del mundo, ciudades “santas” o ciudades “eternas”, focos de peregrinación, etc.

Por su lado la situación de la ciudad se refiere a su relación con el territorio y por tanto con los caminos o vías de comunicación, tanto terrestre como marítima. La situación de una ciudad es condicionante asimismo para su función, que puede ser múltiple y compleja en el sistema de organización del territorio (ciudades defensivas, capitales políticas, centros comerciales o industriales, etc.) y además esta función puede ser cambiante con el paso del tiempo.

Por ello, a la consideración de los componentes espaciales de la ciudad (el emplazamiento y la situación) la metodología del análisis urbano hade añadir los temporales, puesto que la ciudad es un proceso continuo de crecimiento y transformación. La composición de la ciudad es obra del tiempo; la ciudad es una realidad evolutiva, que no ha sido pensada como fruto de un planeamiento sino de varios planeamientos sucesivos. De modo que hay que deslindar y caracterizar cada una de las etapas históricas de la ciudad, definiendo los cambios conceptuales y formales de cada periodo de su existencia.

La forma de la ciudad, es decir, la relación dialéctica entre las tipologías arquitectónicas y los espacios urbanos, se refleja en el plano de la ciudad, que representa su trazado o trama urbana, y cuya lectura nos muestra la forma del tejido urbano y de su transformación y evolución a lo largo del tiempo. La estructura fundamental de la ciudad es su trazado. La ciudad, a partir de un primer núcleo, va creciendo por agregaciones, que se yuxtaponen o superponen, resultando así trazados regulares o irregulares, coherentes o absurdos. La ciudad constituye, pues, un sistema abierto e interrelacionado, en el que cada uno de los factores que intervienen en el proceso de su formación, inciden y modifican todo el sistema.

Existen dos tipologías fundamentales de ciudad, la ciudad radiocéntrica y la ciudad en cuadrícula. La ciudad radiocéntrica, dispuesta en anillos sucesivos a partir de un núcleo central, parece responder a un tipo de crecimiento natural, en el que se ha ido envolviendo el lugar primitivo del asentamiento. A esta tipología responden las antiguas ciudades circulares asiáticas y también las ciudades ideales del Renacimiento, de planta poligonal o estrellada. El otro tipo más frecuente es la ciudad en cuadrícula, es decir, de trama ortogonal o con las calles en damero, surgida en las antiguas civilizaciones agrarias y planificada por Hipodamos de Mileto en Grecia, conocida por ello como trazado hipodámico, un trazado caracterizado por la regularidad y claridad, modelo difundido desde el urbanismo helenístico y romano hasta nuestros días.

Una de las leyes que se constatan en el continuo proceso de crecimiento y desarrollo urbanos es la persistencia del plano primitivo de la ciudad, es decir, que incluso las transformaciones más radicales difícilmente rompen por completo la estructura de la ciudad, que tiende a permanecer.

Pero, en muchos casos, la ciudad no ha surgido como objeto de una planificación sino con carácter espontáneo, reflejándose tales circunstancias en la variada morfología de su trazado.

Finalmente los dos elementos esenciales a tener en cuenta en el análisis urbano son las tipologías arquitectónicas y los espacios urbanos, que han de ser analizados en su relación mutua, ya que el trazado urbano está formado por la relación entre espacio construido y espacio vacío.

Ya se ha señalado en el tema de la arquitectura la importancia que tiene el concepto de tipología arquitectónica, según el cual un edificio no es entendido sólo por sus valores estilísticos sino por su programa y función.

Las tipologías comprenden desde aquellos monumentos representativos y singulares, que tanto por su forma como por el lugar pueden convertirse en el símbolo de una ciudad (la Giralda de Sevilla, la cúpula de la catedral de Florencia, la torre Eiffel de París), pasando por los diferentes tipos arquitectónicos urbanos (desde las tipologías históricas tales como las casas consisto riales, lonjas, palacios, iglesias, etc. hasta las más modernas, como fábricas, estaciones de ferrocarril, aeropuertos, etc.) para alcanzar al verdadero armazón del trazado urbano que son las tipología de casas o “habitat”. El análisis tipológico no debe abordarse en abstracto sino en su inserción concreta en el con junto del trazado urbano. Las tipologías arquitectónicas están estrechamente ligadas con la ciudad, y por ello han de ser localizadas en el espacio urbano y en su dimensión histórica, enlazan do así con el concepto de la ciudad como un continuo espacio- temporal.

El otro elemento del análisis urbano es el espacio urbano, es decir, el espacio exterior, al aire libre, el espacio que existe entre varios edificios y que queda definido y limitado por los valores volumétricos de la arquitectura.

Si el espacio interior era, para Bruno Zevi, la esencia del len guaje arquitectónico, el espacio exterior será entonces, la esencia del urbanismo.

Los valores de este espacio urbano pueden hallarse en la forma del trazado, en la volumetría de los monumentos que lo con figuran, o simplemente en la circulación y tráfago que como vía de comunicación genera. En todo caso el análisis de los espacios urbanos ha de atender a una serie de elementos formales básicos como son las calles o sistema viario, las plazas, las zonas verdes, etc.

 Gonzalo M. Borrás Gualis.- Teoría del Arte I. Conocer el Arte.
Ed. Historia 16 Madrid  1996. Págs.  149-155