Una pareja que lleva algo más de un año casados deciden acudir a un ginecólogo para tratar de solucionar su problema de esterilidad
Tras ser sometidos a diversas pruebas, el doctor les reúne en la consulta.
-No lo entiendo -dice-, todos los análisis son satisfactorios. Ustedes podrían tener hijos sin ningún problema.
-Pues ya ve, doctor -dice ella-. Y mire que lo intentamos.
-Está bien, está bien volveremos a someterles a nuevas pruebas.
Semanas más tarde, el médico les reúne una vez más.
-Lo cierto es que no entiendo nada -dice-. Insisto en que podrían procrear sin ningún problema.
Ellos levantan los hombros con resignación.
-Estamos muy tristes -dice el marido-. Teníamos tanta ilusión en que Dios nos concediera un bebé...
El médico les mira entonces con suspicacia.
Que es lo que hacen exactamente? -pregunta.
A qué se refiere.
-Sí, sí, me gustaría saber cómo... lo hacen. Ustedes entienden...
-Ah! -exclama ella con sonrojo-. Pues verá, doctor, lo solemos hacer por la noche.
-No les he preguntado cuándo, sino cómo lo hacen.
El marido intercambia una tímida mirada con su esposa.
-Verá -dice-. Después de ver la televisión, nos desnudamos y nos metemos en la cama. No besamos y nos abrazamos mucho y muy fuerte.
-Y....
-Y ya -Está añade ella con naturalidad-. Luego nos quedamos dormidos.
-Que se quedan dormidos.
-Claro.
-Y no pasa nada más.
-Nos abrazamos con mucho amor -dice -Sí -ratifica ella-, con mucho más amor del que se pueda imaginar.
El médico les fulmina con la mirada. A continuación se dirige a la mujer.
-Desnúdese y túmbese con las piernas abiertas sobre la camilla.
Ella le obedece. El doctor se baja los pantalones y la pega un escandaloso polvo que parece no tener fin; luego mira al marido, que había observado la escena con gran interés.
-Lo ha visto bien? -le pregunta.
-Sí -afirma el marido, con los ojos cargados de asombro.
-Pues esto deberá hacerlo al menos tres veces por semana.
-Tres veces por semana? -pregunta-. Entonces cuándo venimos, doctor, ¿los lunes, miércoles y viernes?