Luis Arturo Hernández
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CRÓNICAS Y LEYENDAS
es una publicación del Colectivo Memoria y Vida Cotidiana, A.C.
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La Difunta
Sin embargo, Eleuterio sólo miraba, estaba como clavado al suelo. Fabián comenzó a cortar el dedo de Elisa cuando un agudo grito deshizo en añicos el silencio del panteón. Los dos sepultureros se quedaron petrificados al ver que la jóven se incorporaba en su ataúd y gritaba, aterrada, al sentir el dolor en su dedo y ver la sangre que resbalaba por su blanca mano. Ese grito fue lo último que escucharon Fábian y Eleuterio antes de caer muertos junto a Elisa, quien no acababa de entender por qué estaba allí. Lo cierto fue que, al pasar los primeros momentos de impresión, Elisa recogió el cofre y esperó pacientemente a que abrieran al panteón para poder salir, confundiendose entre los visitantes.
Es fácil adivinar el susto de la familia al verla tocar la puerta, pero pasado esto, Alejandro hizo una fuerte donación a la iglesia de La Profesa porque Dios le había hecho el milagro de devolverle a su hija. El médico que la revisó más tarde diagnosticó un ataque de catalepsia.
Lo que sucedió después se pierde en el polvo de los tiempos, pero se dice que en las noches de luna llena, cuando todo está callado y tranquilo, se escuchan las palabras de los sepultureros, incansables, inagotables, a pesar de que el panteón Inglés sólo se conserva la capilla, a un lado del Circuito Interior.
Y hay quien asegura que se ven siluetas de los hombres con sus palas, justo en el lugar donde desenterraron a Elisa, una noche de cada mes, como castigo por haber profanado el sueño de una "difunta".
