Satanismo para principiantes


Los dos primeros artículos de esta serie fueron extractados de un libro del afamado esoterista italiano Julius Evola, publicado a principios de los años '70. El tercero, compilado a partir de varias fuentes, es un retrato del fundador de la "Iglesia de Satán".
El satanismo representa, por así decirlo, el punto extremo de las tendencias modernas hacia lo sobrenatural, acompañadas de posibles convergencias de evocaciones involuntarias. Se puede decir que Satanás y satanismo son actualmente una moda que ejerce fascinación singular. Lo siniestro ha suministrado suficiente materia para varios escritos, novelas, filmes e, incluso, folletos. Por otra parte, existen en la actualidad grupos que se proclaman abiertamente "satánicos", pretendiendo practicar la magia negra: caso especial que empieza a brotar en los ambientes de los que van en busca de lo sensacional y de lo oculto, encontrando en tal caso un ingrediente más excitante para sus experiencias. Veamos la manera de orientamos frente a este "satanismo" moderno de carácter difuso, periférico y con frecuencia efímero.

Podemos comenzar con la definición de lo que se entiende por "satánico". En nuestra área cultural, Satanás ha tenido el significado, en primera línea, de "adversario" (sin embargo lo expresa mejor por su etimología la palabra diabolus = calumniador, acusador) y "principio del mal" (el maligno). Pero la genealogía, si así puede decirse, de Satanás, es compleja. El concepto de Satanás y del principio del mal encuentra sitio solamente en una religión que tenga como vértice a un dios "moralizado", es decir, un dios definido únicamente por todo aquello que tiene comúnmente un valor para los hombres, como lo bueno, luminoso, creativo o providencial, de tal manera de aquel que no presente tales características (y al que, sin embargo, se debería referirse también considerando varios aspectos de la realidad y de la naturaleza) puede reunirse, concretarse y personalizarse en un antidiós, exactamente en el diablo.

Sin embargo, en una concepción metafísica del Principio, este dualismo (que ha tenido su más conspicua expresión en la religión antigua del Irán, el mazdeísmo, con Arimán en oposición con Aura Madza) no representa la instancia extrema. El principio supremo vence al dios "moralizado", comprende también la "otra meta", entre ambos extremos, manifestándose ya sea en lo luminoso como en lo tenebroso, en lo creativo o en lo destructivo, por lo cual el concepto del Satán occidental y cristiano da lugar a aquello que tiene un rostro diverso del Dios.

Haciendo referencia a esta concepción o teología definiríamos a Satanás como una fuerza destructora, que perdería su carácter tenebroso volviendo a entrar a una "dialéctica de lo divino". Como ejemplo se puede aducir la concepción hinduista de la Trimurti, es decir, del triple rostro de la divinidad, de donde derivó un culto tanto del Dios como creador y conservador del universo (Brahma y Vishnu) y de su aspecto destructor (Siva). Por lo tanto, únicamente con reservas precisas se puede confirmar la caracterización de lo satánico y lo diabólico en términos de una fuerza destructora. Se requiere, además, añadirle la "maldad".

Al margen del mundo islámico e iranio sólo ha existido una secta de "adoradores del diablo", la secta de los yezidi. Su visión es diferente y se resiente visiblemente de algunas corrientes teológicas del gnosticismo cristiano antiguo. La antítesis da lugar a una estratificación jerárquica. "Dios" es reconocido pero relegado a una absoluta intrascendencia. Quien gobierna este mundo es Satanás, dios de orden inferior, que vive en el mundo y persigue fines mundanos, que quiere el éxito y la felicidad en el mundo, no la divinidad separada a la que debe volverse, sino "por competencia", precisamente al diablo, 'princeps huius mundi' (príncipe de este mundo), sin particulares connotaciones negativas. Los yezidi tienen culto y ritos sobre los que se ha sabido muy poco, habiendo permanecido secretos, y a los que se les ha atribuido, naturalmente, un carácter tenebroso. Demostraremos ciertas concordancias de estas ideas de los yezidi con algunas formas del satanismo caprichoso de nuestros días.

La verdadera caracterización del satanismo se obtiene ahí donde se hace referencia no a la idea del "mal" -término genérico y de contenido variable en virtud de su condiciones sociológicas e históricas- sino más bien a un placer por la perversión como tal, al impulso no tanto a destruir como a contaminar con la blasfemia y el ultraje sacrílego. De esta manera la llamada magia negra y la brujería no son necesariamente "satánicas", pueden ser prácticas para obtener fines considerados moralmente malvados por una determinada sociedad, y la incidencia sólo puede relacionar las fuerzas activadas a tal objeto.

Ahora bien, lo que nos interesa no es el plano operativo sino el de las evocaciones y de la experiencia vivida. Parece que existen todavía, especialmente en Escocia, witches, es decir, mujeres dedicadas a la magia y a los encantamientos, los cuales, por otro lado, no corresponden a la imagen repelente de las viejas brujas medievales, ya que pueden ser también jóvenes y bellas. En lo que se les atribuye, puede ser reconocida una autenticidad; suelen unir sus prácticas con tradiciones y consagraciones transmitidas a través de las generaciones.

Las cosas son diferentes para las personas que, sin tener nociones, vuelven a practicar hoy, extemporáneamente, algunos ritos, sin ninguna transmisión regular, añadiéndole lo "satánico' sólo como un agregado picante y morbo. Es así como en la parte septentrional del estado de Nueva York ha surgido un grupo llamado "witch", palabra que quiere decir "bruja" (en sentido no necesariamente repelente como ya se ha indicado), cada una de cuyas letras corresponde a las iniciales de Womens International Terrorist Conspiration from Hell, es decir "Conspiración internacional de las mujeres del infierno".

Se tiene conocimiento además de otros grupos dispersos aquí y allá, los cuales celebran sacrificios de animales con fines mágicos áspero y grotesco de todo esto, no se excluye que alguna vez se llegue a experiencias que permiten la interferencia de fuerzas "infernales" y "diabólicas".

Un caso concreto nos induce a pensar. En este período en el cual escribimos ha despertado gran estupor el asesinato infame de la famosa actriz Sharon Tate y de otras personas por obra de la "familia" de Charles Manson. Manson decía que era unas veces "dios" y otras el "diablo". El sexo y las drogas parecen haber tenido una gran parte en la religión de su "familia" y sus autores (entre los que se encuentran tres muchachas jóvenes quienes dijeron ser "las esclavas de Satanás") no han sabido dar ninguna justificación sensata (la motivación sociológica, de actos del género como "protesta" en contra del sistema de una sociedad que juzga y controla, se considera muy inconsistente). El hecho de que se atribuyera al asesinato un carácter ritual, deja efectivamente sospechar un fondo de obsesión demoníaca resultado de aquellas evocaciones involuntarias de las que ya se ha tratado.

Esta misma línea ha tenido en la historia su máxima expresión en el mariscal Gilles de Rais. Gilles de Rais había combatido al lado de Juana de Arco sin dar nunca un signo de anormalidad; bruscamente se transformó en un monstruo sin igual, el cual gozaba de éxtasis tenebrosos y salvajes, inseparables, según su misma afirmación, de apariciones sobrenaturales, acompañadas de la contaminación sádica y de la matanza y destrucción de un número incontable de niños inocentes. El fenómeno de una brusca e intempestiva invasión demoníaca en él parece ser confirmado por el hecho de la contrición y de una especie de transformación del mismo semblante de Gilles de Rais antes de su ejecución, como si la fuerza que lo había poseído lo hubiera abandonado.

Si, como se ha dicho, el carácter de la blasfemia, del sacrilegio y de la contaminación, y no el "mal" en general y la destrucción, es esencial para lo satánico, en esta misma línea se incluyen ciertamente las llamadas misas negras, consistentes en una parodia blasfema del ritual católico con cruces colocadas al revés, velas negras, oraciones invertidas, hostias profanadas, consagraciones al "diablo" y así por el estilo, y no consisten, en cambio, en una continuación errónea y grotesca de algunas ceremonias precristianas. También se habla mucho hoy en día de las misas negras con la intervención del sexo como principal ingrediente, sirviendo como una tradición el hecho de que en las misas negras actúa como oficiante, altar y hostia una joven completamente desnuda.

Si está fuera de toda duda que en muchos casos todo este aparato diabólico y algunas veces también místico sirve solamente como pretexto para la sexualidad, hay sin embargo que considerar dos puntos. El primero es la parte que pueden tener el sexo y el orgasmo en procesos evocatorios, incluso en los involuntarios, por ser el sexo "la más grande fuerza mágica de la naturaleza" de la que puede disponer el hombre, más allá de cualquier uso profano y libertino del mismo. El segundo punto se refiere a una coyuntura histórica particular. Al hablar de la génesis del concepto occidental de Satanás dijimos que este concepto ha compendiado todo lo que era rechazado por la concepción del dios moralizado. En esta concepción del cristianismo estaba presente una fuerte "sexofobia": el sexo era estigmatizado como algo pecaminoso, enemigo del espíritu y de todo lo que es sagrado; así como pasó automáticamente a la "otra meta" y fue asociado a lo diabólico, al "enemigo", al grande tentador". Era natural, por lo tanto, que, ya sea en el Sabbat, en otras ceremonias reales o con carácter de "psicodramas", el desencadenamiento orgiástico del sexo se uniera al satanismo. Pero en el clima actual de libertad sexual y de "revolución sexual" esta coyuntura, es ya, en gran parte, inexistente, y aquí aparece el peligro de que el satanismo valga con demasiada frecuencia como el picante y morboso para quien contemple esencialmente el sexo y busque un ingrediente para gozar de sensaciones más intensas.

La desembocadura del satanismo contemporáneo queda indicada en el caso de la "Iglesia de Satán" fundada en California por Antón Sandor LaVey en la última noche de abril de 1966, la cual es la famosa noche de Valpurgis, sagrada de acuerdo con las antiguas ceremonias del Sabbat. La parte humorística y grotesca está presente en el hecho de que esta iglesia, que tiene sus bautismos, sus matrimonios y sus exequias celebradas bajo el signo de "Satanás", haya sido reconocida por las autoridades, y que su gran sacerdote, LaVey, se haya hecho fotografiar al lado de su fiel esposa que nada tiene de diabólica y al lado de sus hijos, exactamente como si se tratara de una perfecta familia burguesa. Por lo demás la prensa fue admitida en ritos en los cuales, aparte de varias jaculatorias y de un cierto ceremonial, el único punto verdaderamente escandaloso, y que llamaremos peregrino en la época de los streep-teases convertidos en espectáculos casi de consumo común, es una mujer desnuda sobre el altar "satánico", el "punto central sobre el que se concentra la atención durante las ceremonias"; por otra parte, "no en una posición inconveniente" como refiere un cronista, ya que la mujer seria "el receptáculo natural pasivo y representa a la Madre Tierra". Tal es una vaga reminiscencia de los antiguos "misterios de la mujer", en los que había bien poco que fuera verdaderamente satánico.

Por lo demás, en este "satanismo" se podría encontrar en parte la concepción de los yezidi que hemos indicado, acerca del diablo como una fuerza poderosa adecuada a las cosas de este mundo, asociada, sin embargo, a una especie de paganismo muy banal. Satán es el "opositor" sin sede cósmica (como el enemigo de Dios o antidiós) pero simplemente de carácter moral: es el dios de una religión de la carne y de la vida, opuesta "a todas las religiones que humillan y condenan los instintos naturales del hombre".

El satanismo se reduce, por lo tanto, a afirmar y consagrar todo lo que las otras religiones consideran como pecado; su evangelio es "sacar provecho de la vida lo más que se pueda aquí y ahora. No existe ni cielo ni infierno, cada uno es su propio redentor". En esto se añade una especie de darwinismo o nietzcheanismo de la peor especie: "Bienaventurados los fuertes porque vencerán en la lucha por la existencia, y malditos los débiles que tendrán como herencia el yugo." Se lee en el libro intitulado Satanic Bible: (Biblia Satánica): "¡Soy un satanista! Inclinaos, porque soy la encarnación más alta de la vida" y esto es un ensayo de las invocaciones: "En nombre de Satanás, el señor de la Tierra, el rey del mundo, ordeno a las fuerzas de las tinieblas me concedan su poder infernal. Abrid de par en par las puertas del infierno y venid al abismo a saludarme como vuestro hermano (o vuestra hermana) y vuestro amigo".

Hay peligro, sin embargo, de que todo esto quede reducido a palabras; una doctrina que se limita a exaltar los "instintos naturales humanos" y a alentar su satisfacción, una religión de la vida y de la carne, de la fuerza y de la inmanencia sin nada de propiamente perverso y blasfemo (aparte de la negación de la moral cristiana). Bastaría referirse de nuevo al peor Nietzsche y a su polémica anticristiana o también a las ideas de D. H. Lawrence, sin estorbar a "Satanás" y sin necesidad de una escenografía satánica; bastaría simplemente con proclamar un ateísmo y un "paganismo" (en su acepción más profana); no sería satanismo, sino precisamente un neopaganismo, sin ningún fondo de trascendencia y de transfiguración, el nombre justo y honesto que conviene a este evangelio de LaVey.
La aclaración de que Satanás es "una fuerza oscura y oculta que actúa en procesos para los cuales la ciencia y la religión no dan una explicación", no está de ninguna manera desarrollada.
No se alude en absoluto a experiencias, ni tan siquiera a éxtasis sombríos; se mantiene en la misma línea popular de las narraciones con personajes que se refieren al "diablo" y con quien hacen pactos para obtener la satisfacción de sus propios deseos y para abatir a sus enemigos. Sobre ritos operativos considerados en la "Iglesia de Satanás" (en los que figuran también fórmulas de una hipotética "lengua de Enoch", transmitidas por una mano desconocida) dotados de cierto poder efectivo evocador, están sujetos a una constante cautela.
Sin embargo, no se excluye que a pesar de todo algo "se mueva" cuando se activan fuertes cargas emotivas y de sugestión.

Para concluir, podemos decir que este esquema general puede proporcionarnos una orientación al respecto. Toda tradición corresponde a un proceso, mediante el cual se imprime una forma a algo que no la tiene.
Esta materia subsiste dentro de la forma y por debajo de ésta. Es posible activarla, liberarla, hacerla resurgir y reafirmarla destruyendo el orden de las formas tradicionales; tal es la esencia de las evocaciones demoníacas, voluntarias o involuntarias.

Hay, sin embargo, otra alternativa: la ofrecida por un uso ordenado desde arriba de aquel fondo y de su liberación, por el que lo que está debajo de la forma puede ser usado para conseguir lo que está por encima de ella, o sea una verdadera trascendencia. Pero esta posibilidad regresa al ámbito iniciatico; forma parte también del vâmâcâra tántrico, de la llamada "vía de la mano izquierda", cuya peligrosidad no obstante, es fácil comprender; a no ser que se posea una calificación excepcional y no una orientación interior equivocada- o bien, como algunos sostienen, también un "crisma protector".


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