Luis Arturo HernándezCRÓNICAS Y LEYENDAS es una publicación del Colectivo Memoria y Vida Cotidiana, A.C. Rep. del Salvador 3-301 Col. Centro C.P. 06000. Tel.: 512 99 53 |
DOÑA PACHITA, LA DEL CUARTOLos hijos de doña Pachita, La Tilica, La Pambazo y El Chilaquil, como los conocían en la vecindad, pasaban meses sin que ninguno la visitara, al menos que fuera para pedirle dinero prestado de la raquítica pensión que recibía y que le alcanzaba para hacer una cazuela de sopa de fideo y otra de caldo de pollo. Cuando murió, la mayoría de las vecinas la lloraron de verdad; la Maribel y la Pilarica también. Los hijos se presentaron a la carrera para comprarle una caja de madera y recibir con cara de consternación las condolencias; rompían en llanto y se columpiaban en hombros de las vecinas, pero después del sepelio cargaron con el camastro de latón dorado, la mesita de centro, una silla mecedora que valía más -por lo antiguo- y dejaron las fotografías sobre la pared, el portafolios de don Pascualito y unos anteojos redondos con aumento con los que las cosas y las personas crecían desmesuradamente. Según algunas vecinas. La Pambazo y El Chilaquil dieron con los ahorros que doña Pachita tenía anudados en un paliacate. Doña Pachita se aparecía en la vecindad a pesar de que se la había rezado su novenario por cuenta de los vecinos y frente a la puerta clausurada de la vivienda alguien colocó un moño negro y una cruz de palma bendita. En la noche y en el día se escuchaban sus pasos en la duela del piso de la vivienda y la oíamos barrer el patio como cuando ella vivia. ¡Es doña Pachita otra vez!, se persignaban los vecinos y se metían bajo las cobijas por el miedo a que fuera por ellos para jalarlos de las patas. |